Me preguntaron si me apetecería ver a algunos personajes curiosos. _Llévenme a la morada de los filósofos._Hay dos que viven aquí cerca en este jardín. Son muy buenos vecinos y grandes amigos. _¿Quiénes son?_ Sócrates y Helvetius._Les estimo prodigiosamente a los dos, pero lléveme a ver primero a Helvetius, porque algo entiendo el francés pero ni palabra de griego. Me recibió con mucha cortesía: conociéndome, dijo, por mi reputación desde hace algún tiempo y me preguntó mil cosas sobre la guerra, sobre el estado actual de la religión, de la libertad y del gobierno en Francia.
Y pues,¿ no me pregunta usted nada de su querida amiga, la señora Helvetius? Sin embargo, ella aun le ama excesivamente y no hace ra que estuve en su casa._Ah! Dijo, me hace usted recordar mi antigua felicidad, pero es necesario olvidarla para ser feliz aquí. Durante muchos de los primeros años, solo pensaba en ella. Al final, me consolé. Tomé otra mujer, la más semejante a ella que pude encontrar: Es cierto que no es del todo igual de hermosa, pero tiene tanto sentido común y tanto ingenio como ella y me ama infinitamente.
Estudia continuamente como complacerme y ahora mismo acaba de salir a buscar el mejor néctar y la mejor ambrosía para agasajarme esta noche. Quédese conmigo y la conocerá. _ Me doy cuenta, le dije, que su antigua amiga es más fiel que usted: pues se le han ofrecido varios buenos partidos y los ha rechazado a todos. Le confieso que yo la he amado con locura: pero ha sido dura conmigo y me ha rechazado absolutamente por su amor._Compadezco su desgracia, dijo, pues verdaderamente es una mujer hermosa y buena y digna de amor. Pero ¿y el abate Lar… y el abate M… no van aún a veces a verla?:_Sí, claro, no ha perdido a uno solo de los amigos de usted. _Si hubiera comprometido al abate M.. con un café con nata a hablar en su favor, quizás hubiese usted tenido éxito. Porque es un razonador sutil como Juan Escoto o Santo Tomás. Sabe colocar sus argumentos en un orden tan perfecto que se vuelven casi irresistibles; o si al abate Lar.. se lo hubiese usted ganado con una bella edición de un antiguo clásico para que hablase en su contra, eso hubiese sido aún mejor ya que siempre observé que cuando le aconseja algo tiene una fuerte tendencia a hacer lo contrario.
Mientras decía esto entró la nueva señora Helvetius con el néctar. Inmediatamente la reconocí, era la Señora Franklin, mi antigua amiga americana. Le recriminé pero me respondió fríamente: He sido su buena esposa durante cuarenta y nueve años y cuatro meses, casi medio siglo. Conténtese con eso. Aquí he formado un nuevo vínculo que durará eternamente. Disgustado con este rechazo de mi Eurídice tomé sobre la marcha la decisión de abandonar esas sombras ingratas y regresar a este mundo bueno para volver a ver el sol y a usted.
Aquí estoy. Venguémonos!
Traducción Paloma Albaladejo